Tejido con la delicadeza, la dedicación y la destreza de un artesano entregado a su fiebre creadora.
El vestido, tejido sobre mi piel con saliva de ángel, ha penetrado bajo mi epidermis como si hubiera sido grabado a fuego.
El ángel no sabe que es un artesano de los sentidos.
El ángel no sabe siquiera que es un ángel.
Él cree que ha bebido un néctar divino sobre un cuerpo con piel de ángel.
Su fascinación por mi entrega le eleva sobre lo meramente físico y así su sed se apacigua a medida que su lengua recorre todo mi ser.
Mi vestido no se deshace bajo la ducha.
La impermanencia física no afecta a la permanencia sutil.
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MCD, ABRIL 2011
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